Reforma en silencio...

@javiermayorca

EL GOBIERNO AVANZA EN UNA NUEVA REFORMA POLICIAL. Contrario a lo sucedido en la época de la Conarepol (2006), cuando se hicieron discusiones y mesas de trabajo entre expertos, con cierto grado de amplitud y apertura política, lo que estamos viendo ahora es una novela por capítulos, que lenta e inexorablemente intenta modelar el sistema de seguridad ciudadana hasta llevarlo a la medida de las necesidades del régimen.
Se debe aclarar que estamos ante un proceso en desarrollo, que podría tener giros inesperados en el camino. Sin embargo, sus tendencias más importantes son las siguientes:
1.-Centralización. Desde la puesta en vigencia de la primera Ley Orgánica del Servicio de Policía y del Cuerpo de Policía Nacional (2010), el ministerio de Relaciones Interiores se autoerigió en “órgano rector” de todos los cuerpos destinados a velar por la seguridad ciudadana. Desde entonces, tanto las policías preventivas como los bomberos y Protección Civil han ido perdiendo sus características regionales y locales, para convertirse en ejecutores de los designios fijados desde Caracas.
Pero esto no es suficiente. Ya el general Néstor Reverol ha adelantado algunas pinceladas de lo que vendría en materia policial si se aprueba la Carta Magna elaborada por la Asamblea Nacional Constituyente, y cuyo primer borrador es del conocimiento público. Un aspecto importante es que los gobernadores y los alcaldes ya no podrán crear cuerpos policiales –en ejercicio de una competencia concurrente con el gobierno central-, sino que se convertirían en meros administradores de capítulos regionales y locales de la Policía Nacional.
De hecho, en la actualidad la autonomía de los mandatarios estatales y municipales en materia de seguridad está bastante cuestionada. Por ejemplo, para designar a los directores de estos organismos tienen que elevar una terna al MRI, y es entonces cuando el nombramiento podrá hacerse.
2.-Pérdida del carácter civil. Aunque la Constitución vigente –y el proyecto que está en discusión- reivindican que los cuerpos de seguridad ciudadana tienen carácter civil y deben ser conducidos por civiles, en la práctica casi todos los órganos preventivos son dirigidos por militares, activos o retirados. Empezando por la Policía Nacional, descrita como el “cuerpo pionero” del nuevo modelo policial, que está bajo la égida de un general de división. Además, existe un tutelaje castrense sobre las policías uniformadas que se ha venido configurando a través de resoluciones ministeriales. Una reciente, por ejemplo, establece que los puntos de control callejeros deberán ser supervisados por militares de las correspondientes áreas de defensa integral.
3.-Pérdida de especificidad. En el modelo vigente, las labores de prevención del delito son potestad de los cuerpos municipales y regionales, así como también de la Policía Nacional, que complementa a los primeros. La PNB también tiene asignadas potestades de investigación en delitos específicos, como por ejemplo la extorsión y el secuestro, el terrorismo y el tráfico de drogas. Sin embargo, el trabajo más relevante, según los propios legisladores, debe ser complementar los trabajos de policía ostensiva.
Un primer paso hacia el “nuevo modelo” lo vimos en una resolución de Relaciones Interiores, publicada en Gaceta Oficial el 27 de septiembre, en la que se “habilita” a siete policías municipales para llevar a cabo trabajos de investigación e instrucción de expedientes en delitos catalogados como “menores”, es decir, que tienen penas máximas de hasta ocho años de prisión. Una medida similar fue emitida para los capítulos de la Policía Nacional en Zulia, Lara, Carabobo y Anzoátegui. En otras palabras, las policías preventivas asumen funciones de la policía de investigación.
Esto implica que el Cuerpo de Investigaciones Científicas, Penales y Criminalísticas formalmente perdió el monopolio de la pesquisa en materia penal. Uno podría suponer que esta circunstancia obligará a los directivos de Cicpc a concentrar los escasos recursos disponibles en la investigación de los delitos catalogados como “más graves”, comenzando por los homicidios. Y sin embargo vemos que se distraen importantes porcentajes de horas-hombre cuando se destina a funcionarios de las divisiones contra Robos y Bandas para recorridos en circuitos de patrullaje inteligente, o cuando los ponen a vigilar jornadas de ventas de alimentos. Entonces, la policía judicial también queda desvirtuada.
4.-Defensa de una parcialidad política. Cuando el entonces presidente Chávez ordenó alterar la ley del Servicio de Policía y del Cuerpo de Policía Nacional para incorporar en su título el adjetivo “Bolivariana”, en diciembre de 2009, le daba una estocada a uno de los objetivos planteados con la reforma policial, que era la preservación de un espíritu de imparcialidad política, independientemente de la militancia que pudieran profesar sus individualidades. Al catalogar a la Policía Nacional como Bolivariana, el principal cuerpo armado civil del país (con unos 26.000 hombres) se alineaba con una ideología. Por ende, marginaba a todos los que no comulgaran con ella. Esto lo observó en su momento uno de los principales exponentes de la Comisión para la Reforma Policial, el criminólogo Luis Gerardo Gabaldón.
En la actualidad, todas las policías bajo mando centralizado (incluida Cicpc) dicen ser “revolucionarias” e incorporan en sus documentos viejos y nuevos eslóganes, tales como “El sol nace en el Esequibo” o “Chávez vive”, que por cierto no guardan ninguna relación con el objetivo fundamental de un sistema policial en régimen democrático.
Y aquí va la última y quizá más preocupante tendencia.
5.-Giro autoritario. Las policías, y en especial la Policía Nacional con su Fuerza de Acciones Especiales, se han constituido en el principal factor de violencia en Venezuela, junto a las bandas organizadas. Para 2017, las acciones de los funcionarios policiales y militares (en actos policiales) representaron el 27% de todos los homicidios. Al momento de la redacción de este trabajo, esa cifra había subido a 31%. Esto dice mucho de la incapacidad de abordar los problemas de criminalidad mediante medios no letales. Y visto en términos más amplios, sobre la forma imperante para resolver los conflictos, que es mediante la eliminación física del contrario, del que sea considerado delincuente.
Las tácticas de “mano dura” reciben elogios, abiertos y solapados, desde muchos sectores de la población, incluidos algunos que no están con el Gobierno, pero que coinciden con los oficialistas en ese sentimiento de impotencia ante tanta ilegalidad. Desde ese punto de vista, la eliminación física del delincuente viene a ser la salida más expedita. Por eso las OLP han continuado, aunque despojadas de ese nombre.
La última encuesta mundial Gallup sobre ley y orden revela que los venezolanos tienen uno de los niveles más elevados de desconfianza en sus cuerpos policiales. Estas medidas que están adoptándose solo contribuirán a incrementarlos, y obligarán al ciudadano a trajinar caminos no institucionales en la búsqueda de justicia.

 http://runrun.es/opinion/355294/crimenes-sin-castigo-reforma-en-silencio/

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